La dieta y la prevención de ECV vuelven a la palestra gracias a la reciente publicación del Sexto Grupo de trabajo conjunto de la Sociedad Europea de Cardiología y de Otras Sociedades para la Prevención de las Enfermedades Cardiovasculares en la Práctica Clínica1, donde se hace hincapié en la dieta y en el estilo de vida como primer paso fundamental para la prevención de las ECV.
Ha sido un error cargar contra las grasas, pues la mayoría de ellas son cardiosaludables
Uno de los debates principales pendientes gira en torno a la grasa. Tal como apuntó la profesora Alice H. Lichtenstein (profesora Gershoff de Ciencias y políticas nutricionales de la Universidad Tufts [EE. UU.] y autora principal de las Directrices dietéticas estadounidenses para 20152), existe una amplia base de pruebas desde la década de 1950 procedentes de estudios observacionales y, más recientemente, de estudios de intervención, según los cuales
la sustitución de las grasas saturadas de la dieta por grasa poliinsaturada disminuye los niveles de colesterol de las lipoproteínas de baja densidad y, en consecuencia, las ECV.
Sin embargo, en el siglo XXI existe cada vez mayor preocupación por cómo transmitir este mensaje.
En lugar de sustituir las grasas saturadas por AGPI, el mensaje ha cambiado a la sustitución de las grasas saturadas de la dieta por una alimentación baja en grasas saturadas, hasta una dieta baja en grasas totales.
Como destacan ciertas investigaciones recientes, esto no tiene en cuenta la importancia de las pautas dietéticas;
es preciso centrarse en mejorar la calidad de la dieta, adoptando en la medida de lo posible una dieta mediterránea y restringiendo la ingesta de carnes rojas y procesadas, así como los alimentos ricos en cereales refinados, almidón, azúcares añadidos, sal y grasas trans.
Así pues, al volver a hacer hincapié en la grasa,
la educación constituye un elemento prioritario para asegurarse de que los médicos, los pacientes y el público en general reconozcan la importancia de la calidad en la dieta, especialmente en lo referente a la grasa.
La siguiente batalla será contra el azúcar y los carbohidratos refinados, verdaderos culpables de la enfermedad cardiovascular
Según el profesor Lichtenstein: “El mensaje debe volver a expresar lo que confirman los datos”. Asimismo, según el profesor Jean-Pierre Després (Universidad Laval de Quebec QC [Canadá]), la siguiente batalla será sin duda contra el azúcar, con las bebidas azucaradas como objetivo primario.
La obesidad es ahora una pandemia; en Europa se ha triplicado la prevalencia de la obesidad en muchos países, y las cifras siguen en aumento. Uno de los motivos principales es el consumo de bebidas azucaradas;
en Norteamérica, los incrementos temporales producidos en el consumo de bebidas azucaradas han ido en paralelo al aumento de la obesidad. Por otra parte, estos efectos van más allá de la obesidad debido a la posibilidad de que interactúen con la predisposición genética a la adiposidad3. De nuevo, la clave reside en la formación de médicos y pacientes:
Tenemos que cambiar la manera de educar a los pacientes sobre la calidad de la dieta; en el caso de los niños, hay que pensar en sustituir el consumo de bebidas azucaradas por el agua para mejorar la salud a largo plazo y prevenir ECV y otras enfermedades crónicas”.
Centrados en la calidad de la dieta, es importante pensar de nuevo en el posible impacto de los componentes individuales de los alimentos que pueden afectar al descenso de los lípidos, específicamente al colesterol de las lipoproteínas de baja densidad (LDL-C), en opinión del profesor John Chapman (Universidad Pierre y Marie Curie e Instituto Nacional de Salud e Investigación Médica del Hospital Pitié-Salpêtrière de París [Francia]).
Sin duda, existen pruebas importantes de que la fibra (betaglucanos), las nueces y la proteína de soja reducen los niveles de LDL-C, aunque con efectos variables que se han contemplado en directrices recientes. Además, también existen pruebas sólidas sobre el papel de los alimentos con esteroles y estanoles vegetales añadidos (a menudo denominados fitoesteroles), que con una ingesta diaria de 2 g/día reducen el LDL-C hasta en un 10 %. En estos componentes dietéticos se ha basado un documento previo del Grupo de consenso de la EAS4, en el que se efectuaba una evaluación crítica de las pruebas reunidas sobre el mecanismo, la eficacia y la seguridad, y según el cual la incorporación de alimentos con esteroles/estanoles vegetales añadidos podía ejercer un efecto beneficioso de reducción del LDL-C a lo largo del espectro de riesgo cardiovascular, con efectos añadidos a los de las estatinas.
Asimismo, existen pruebas de otros beneficios de reducción de los lípidos, específicamente de los triglicéridos, con intensificación del descenso de estos entre un 11 y un 28 % en individuos con hipertrigliceridemia, lo que apunta a su aplicación en el síndrome metabólico5. Sigue sin saberse si la incorporación de alimentos con esteroles/estanoles vegetales añadidos reduce las ECV, aunque es poco probable que sea viable realizar un ensayo de estas características dado el gran número de pacientes necesarios con esa magnitud de descenso del LDL-C.
Existen pruebas de la contribución de la microbiota intestinal en la salud cardiovascular
Por último, la intervención sobre el papel de la microbiota en las ECV ha corrido a cargo del Dr. Jingyuan Yu (Universidad de Groninga [Países Bajos]).
Dada la existencia de estudios recientes que revelan cómo contribuye la microbiota intestinal en el desarrollo de los trastornos cardiometabólicos, ha habido un interés creciente sobre cómo modularla como posible estrategia terapéutica para prevenir ECV.
Sin embargo, hacen falta estudios a gran escala con seres humanos para discernir las asociaciones entre los factores de riesgo cardiovascular y la microbiota intestinal. El Dr. Yu pasó revista a LifeLines DEEP, estudio de cohortes prospectivo sobre la población general realizado en el norte de los Países Bajos que trata de proporcionar pruebas integradoras para traducir información sobre biomarcadores, como la microbiota, para la enfermedad6.
Dicho estudio está aportando pruebas iniciales de que
el microbioma intestinal puede desempeñar un papel importante en la variabilidad del índice de masa corporal y de los niveles lipídicos en sangre, independientemente de la edad, el sexo y la genética del huésped.
Puesto que aún se halla en sus fases iniciales, y dada la existencia de posibles factores de confusión, estos metadatos necesitarán gran cantidad de trabajo de disección antes de poder trasladarlos a la clínica.
AUTORES: Professor Erik Stroes, Academic Medical Center, Amsterdam, the Netherlands – Professor Alice H. Lichtenstein (Gershoff Professor of Nutrition Science and Policy Tufts University, USA – Professor Jean-Pierre Després (Laval University, Québec QC Canada) – Professor John Chapman (University of Pierre and Marie Curie and National Institute for Health and Medical Research, Pitié-Salpêtrière Hospital, Paris, France) – Dr. Jingyuan Yu (University of Groningen, the Netherlands). FUENTE: Disclaimer – © 2015 Elsevier Ireland Ltd.