La medicina defensiva consiste en trabajar pensando más en evitar demandas que en el correcto cuidado del paciente; en protegerse en lugar de diagnosticar y tratar adecuadamente.
El empleo de terapias y de procedimientos diagnósticos en prevención de demandas judiciales es cada vez más frecuente en nuestro entorno.
¿A qué se debe esto? ¿Es que somos peores médicos y hacemos mala praxis? ¿O se trata de un problema de los pacientes, e incluso de la sociedad, que han conseguido atemorizar al médico en su trabajo diario?
La pérdida de autoridad de los médicos les ha hecho más vulnerables y temerosos de las posibles denuncias
Durante las últimas décadas la ruptura del paternalismo médico ha llevado a que los enfermos se atrevan a denunciar las prácticas que consideran inadecuadas. La conciencia de que los médicos no son todopoderosos, al revés, de que son vulnerables, nos ha llevado con frecuencia a los tribunales.
Esta pérdida de autoridad tiene dos vertientes: una es positiva, pues nos situamos al mismo nivel del paciente, corresponsable en las decisiones; pero al mismo tiempo ha generado desconfianza en determinados ámbitos, por el temor a una denuncia injustificada.
Las denuncias son cada vez más numerosas, lo que ha provocado que se practique una medicina defensiva, práctica médica basada en la autodefensa de los profesionales y no en lo mejor para el paciente.
Según la Memoria de la Asociación el Defensor del Paciente (ADEPA) de 2015, en dicho año hubo 14.430 casos denunciados (319 menos que en 2014), de ellos 806 con resultado de muerte (29 menos que en 2014). Aunque en 2015 descendieron las denuncias, desde que la ADEPA tiene registros poco a poco están aumentando (un 17 % en 10 años; 12.037 en 2005).
Los servicios y patologías más denunciados en 2015 fueron (por orden) las listas de espera, cirugía general, urgencias, traumatología, ginecología y obstetricia, odontología y maxilofacial, el transporte sanitario, anestesia y reanimación, neurocirugía y urología. Las Comunidades Autónomas con más denuncias son Madrid, Andalucía, Cataluña y Valencia.
Una de las quejas de la ADEPA, muy combativa contra las negligencias médicas, es que los errores médicos no se tratan en España con la oportuna publicidad y con los medios adecuados para aportar soluciones. Presentan como ejemplo al Reino Unido, donde hay más publicidad y donde, por ejemplo, el ex-primer ministro David Cameron pidió perdón por las negligencias originadas en el sistema público, que produjeron más de 20.000 muertes innecesarias.
El reflejo directo de las denuncias a los médicos es el temor a la denuncia. En un estudio realizado en el año 2002, el 69 % de los médicos reconoció practicar medicina defensiva de forma habitual. Otro trabajo posterior (2014) de la Sociedad Aragonesa de Psiquiatría Legal y Ciencias Forenses, con 3.000 profesionales encuestados, deja este porcentaje en el 65 %. El 67 % reconoce que la excesiva judicialización de la profesión condiciona su ejercicio profesional.
Como se ha visto con el ejemplo del Reino Unido, la medicina defensiva no es un problema español. Una de las críticas de este tipo de medicina es lo cara que resulta. Un estudio estadounidense señala cómo el coste anual derivado de las denuncias, incluyendo la medicina defensiva, se estimaba en 55.6 millones en dólares de 2008, el 2,4 % del gasto en atención médica. Este porcentaje es aún mayor en otros estudios.
La otra crítica a la medicina defensiva tiene que ver con la calidad asistencial
Con la medicina defensiva se consigue realmente lo contrario a lo que se busca. Al realizarse pruebas diagnósticas y tratamientos no indicados, el riesgo de iatrogenia y de daño innecesario aumenta. Aunque en apariencia se hayan dispuesto más medios, son medios que no ayudan a conseguir una mejor atención, al contrario.
El Código de Ética y Deontología Médica en su Artículo 21 lo deja claro: las exploraciones complementarias no deben practicarse de manera rutinaria, indiscriminada o abusiva. Afirmando en concreto que la medicina defensiva es “contraria a la ética médica”.
Quien practica medicina defensiva lo hace para prevenir las demandas de los pacientes y para que, si denuncian, dichas demandas no prosperen.
Es comprensible el temor de los médicos cuando ven cómo a sus compañeros, o a ellos mismos, se les amenaza con una demanda si no hacen lo que el enfermo desea. Más aún si ya han recibido una denuncia.
Sin embargo,
está demostrado la mejor manera de prevenir las denuncias es hacer las cosas bien, no hacer medicina a la defensiva.
La mejor forma de evitar una cita con los tribunales es practicar buena medicina: tener una adecuada relación con los enfermos (se ha verificado que es lo que mejor previene las demandas), poner los medios apropiados (no más de lo indicado en cada caso, pero tampoco menos) y escribir en la historia clínica todas las actuaciones realizadas, especialmente cuando el caso es conflictivo. No debemos olvidar el valor médico-legal de la historia clínica.
La medicina defensiva, además de cara, es mala medicina. Nos aleja del fin último que persigue nuestra profesión, provoca más riesgo de iatrogenia y nos distancia de los enfermos, convirtiéndolos en sospechosos en lugar de en nuestros aliados.
FUENTE Y REFERENCIAS: Univadis. Editorial, 13 de junio de 2017.