La especialista en Mediciones en Bioconstrucción del Instituto Español de Baubiologie (IEB), Silvia de Santos, ha considerado que
las radiaciones móviles y sus consecuencias sobre el ser humano, sobre todo, en espacios como la vivienda o los colegios, constituyen un problema de salud pública.
De hecho, argumentó que «muchas» administraciones europeas «las están tratando como tal» y defendió que
hay una responsabilidad política y unos límites establecidos que, por ejemplo, para las radiaciones de las antenas de telefonía móvil son «extremadamente altos».
Frente a ello, contrapuso los estándares que se manejan en bioconstrucción, «millones de veces» menores que los admitidos actualmente, especialmente, explicó, en los lugares de descanso, por lo que consideró que esos valores de referencia están «muy obsoletos». De Santos ha participado en el seminario ‘Biología del hábitat: Introducción a la bioconstrucción’ celebra en los Cursos de Verano de la Universidad de Cantabria (UC).
Para esta especialista,
no se están actualizando ni los valores de referencia ni se está informando «realmente» a la población
y, al respecto, puso como ejemplo el caso de la señal de Wi-Fi en las escuelas y cómo «muchas» asociaciones de padres y madres están luchando por «quitarla».
En este sentido, Silvia de Santos abogó por utilizar sistemas de cable, como la fibra óptica, que son «seguros», tanto para la salud como para el intercambio de datos, y que, además, son «más eficaces, más rápidos y mejores» para la salud.
De Santos destacó que
el problema de las radiaciones es que se trata de una contaminación «invisible», cuyas fuentes fundamentales se encuentran en las instalaciones eléctricas, incluidas las de «nuestras viviendas», como antenas de telefonía, Wi-Fi o sistemas de comunicación inalámbrica.
Al respecto, afirmó que, en biología del hábitat, el espacio «sensible por excelencia» es el dormitorio, en el que pasamos casi un tercio de nuestra vida y en el que «tenemos cables que pasan justamente por nuestra cabeza», y apuntó que «no estamos preparados» para las afecciones o los estímulos que produce un campo electromagnético en nuestro cuerpo.
«[La vivienda] Debería ser un sitio de paz, dónde no hubiera químicos ni ruidos que interfieran en nuestra salud, y también un lugar oscuro, sin luz, porque influye en nuestros ritmos de día y noche», expuso.
A todo ello, añadió la telefonía móvil, la radiofrecuencia o sistemas de comunicaciones que «tenemos encendidos» todo el día aunque no se usen, como el Wi-Fi, que, además de «chupar» energía, están emitiendo «constantemente» radiaciones.
«Estamos utilizando los sistemas inalámbricos también con poca conciencia. Aquí el consumo responsable implica, además, que no nos contaminemos, que no nos expongamos gratuitamente a unas radiaciones que nadie nos asegura que son inocuas y que apliquemos el principio de precaución», señaló De Santos.
Para aplicar este concepto, esta especialista remarcó que, en el caso de los ciudadanos,
«tendríamos que aplicar fundamentalmente el sentido común» y pedir a las administraciones y a los responsables sociales y políticos que apliquen también ese principio de precaución.
En definitiva, aseveró que
cuando no hay seguridad de que algo es inocuo, «hay que ponerlo un poco en cuarentena», estudiarlo «realmente» y ver si eso se puede sacar al mercado, porque «no queremos ser conejillos de indias».
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