Hace unos días, en la Near Future Summit —una conferencia pionera con profesionales de las ciencias más vanguardistas— que tuvo lugar en California, el empresario Peter Diamandis, especializado en el ámbito tecnológico, pidió a los miembros del público, unas 250 personas, que levantaran la mano en caso de que hubieran nacido por parto vaginal.
Luego les pidió que mantuvieran la mano en alto si de pequeños les habían dado el pecho y si, en los últimos años, no habían tomado antibióticos y no habían pasado por el quirófano. Al final, pocos seguían con la mano levantada.
¿Tiene su microbioma intestinal sano e inalterado?
No se trataba de obtener información baladí: Diamandis esperaba determinar el estado del microbioma intestinal de sus oyentes. Todas las cualidades mencionadas anteriormente indican que las bacterias intestinales de una persona están sanas e inalteradas. Poco después de la encuesta de Diamandis, el médico y filántropo Lee Stein repartió los objetos necesarios para recoger una muestra de heces a la gente que podría ser dueña de la caca perfecta.
No se sabe cuántos participantes de la conferencia estuvieron dispuestos a hacer su aportación, por decirlo de alguna manera. Pero la cantidad de excrementos humanos que se consiguió formará parte de un exhaustivo análisis que tiene el objetivo de averiguar cómo pueden afectar las bacterias intestinales al resto del cuerpo.
El líder de este proyecto es el neozelandés Rob Knight. Por su aspecto —mide 1,90 m y pesa 90 kg—, parece que nunca ha tenido problemas de peso. Pero lo cierto es que Knight ha sufrido obesidad durante la mayor parte de su vida. Hasta 2008 pesaba casi 20 kilos más de lo que pesa ahora.
Si piensas que Knight perdió peso a base de esfuerzo, dietas y ejercicio, estás muy equivocado. Lo único que hizo fue ponerse enfermo. Knight cayó gravemente enfermo mientras recorría el Camino Inca de Perú y después de tomar antibióticos, se dio cuenta de que no dejaba de perder peso.
Knight no modificó su dieta ni su rutina de ejercicios, y no se trataba de un caso en el que pudiera haber perdido peso temporalmente por deshidratación durante su convalecencia. Él sospecha que esta bajada de peso —que resultó ser permanente— está relacionada con los cambios que sufrieron las bacterias intestinales durante la enfermedad y después del tratamiento.
De un estudio «con un sólo participante», puede extraerse un protocolo que ayude a otras personas
Knight es uno de los principales científicos que se dedican a la investigación de bacterias intestinales en Estados Unidos, así que sabía exactamente lo que tenía que hacer. Comenzó a analizar sus heces a diario para observar más de cerca el periodo de rápida pérdida de peso desde el punto de vista de sus propias bacterias intestinales.
Knight espera que los conocimientos que ha recopilado en este estudio «con un solo participante» puedan resultar en un futuro protocolo que ayude a otras personas a perder peso.
«Obviamente no recomiendo que te vayas a Perú y acabes con una intoxicación alimentaria u otra enfermedad gastrointestinal grave sólo para perder peso», aconseja Knight, que dirige la Iniciativa de Microbioma en la Universidad de California (San Diego). «Pero intentar comprender cuáles son esas bases nos permite hacer algo específico y reproducible, y eso es lo que estamos intentando conseguir». Resulta fascinante pensar que lo que acaba en nuestro váter podría tener repercusiones importantes en nuestra forma de vida.
Nuestro cuerpo es el hogar de millones de células no humanas
El cuerpo humano no es sólo nuestro. Además de ser el hogar de millones de células humanas, nuestro aparato digestivo alberga millones de células no humanas: un entorno que se conoce como microbioma. Según Knight, las bacterias intestinales son tan abundantes que pueden llegar a pesar más de 3 kg, y la ciencia está investigando la influencia que tienen en nuestro cuerpo: tanto en la digestión como en el cerebro.
A Knight le gusta contar la historia de cómo cayó enfermo en Perú porque resume perfectamente lo prometedor que nos parece el microbioma gastrointestinal. Por un lado,
los estudios sobre nuestras bacterias intestinales pueden ser la base de unos futuros tratamientos para la obesidad y las enfermedades intestinales y mentales.
Pero como los efectos de estas bacterias dependen de las personas, incluso los familiares o los compañeros de piso pueden compartir las mismas bacterias intestinales, pero sin los mismos efectos en la salud. Knight estaba con su novia en Perú y esta también cayó enferma y tomó las mismas medicinas, pero no perdió peso.
Todos modificamos considerablemente nuestro microbioma con las cosas que hacemos cada día sin darnos cuenta y sin comprender las consecuencias o si lo estamos haciendo para bien o para mal, explica.
«Es mucho más fácil cambiar el microbioma que el genoma humano». Pero según Knight, llegará un día en el que secuenciar el genoma del microbioma será mucho más común y tendrá más ventajas que secuenciar los genes. Es mucho más fácil cambiar el microbioma que el genoma humano.
Knight cuenta que
las bacterias intestinales dependen de los cambios en la dieta, el sueño, la cantidad de ejercicio físico, los niveles de estrés, el consumo de drogas o fármacos, las enfermedades y los trasplantes de heces.
Son los científicos que investigan estas bacterias los que tienen que descubrir cómo aprovechar estos cambios para mejorar la salud personal y pública.
Como dice Knight: ¿No estaría bien que una persona pudiera saber qué tipo de dieta y de ejercicio son los adecuados para su objetivo de salud personal? ¿No estaría bien confirmar que los cambios saludables que estás haciendo en tu estilo de vida están modificando tu cuerpo, aunque no estés perdiendo peso tan rápido como te gustaría? Knight espera que la normalización del análisis de las bacterias intestinales nos ofrezca estas y otras posibilidades en el futuro.
Los trasplantes de heces, más eficaces que los antibióticos o la cirugía
Por ejemplo, la infección por Clostridium difficile es una infección gastrointestinal bacteriana que puede provocar diarrea aguda o incluso la muerte. Lo que la provoca, en parte, es el consumo de antibióticos. Estas medicinas pueden acabar tanto con las bacterias beneficiosas como con las perjudiciales, y eso ayuda a que la Clostridium difficile se multiplique sin control. Por irónico que parezca, el primer tratamiento contra esta infección consiste en tomar antibióticos. En los peores casos, hay que recurrir a la cirugía para extirpar parte del colon.
En su presentación en la conferencia, Knight explicó cómo
los trasplantes de heces —se transfieren heces de una persona sana a una persona enferma— pueden ser más beneficiosos para las personas que sufren la infección por C. difficile que los antibióticos o la cirugía.
Los datos recogidos durante los ensayos clínicos demuestran que aplicar un enema que contenga heces de una persona sana resulta mucho más eficaz que tratar la infección con antibióticos. Además, este tratamiento es mucho más barato y menos invasivo que la cirugía.
«La cuestión a la que nos enfrentamos hoy en día es la siguiente: ¿Qué otras enfermedades están relacionadas con el microbioma?», se pregunta Knight. «¿Cómo podemos identificar un problema del microbioma para luego reconfigurarlo?».
Entre las enfermedades a las que pueden afectar los cambios en el microbioma se encuentran algunas obvias, como es el caso de la enfermedad intestinal inflamatoria, pero también otras menos obvias, como la artritis reumatoide, el autismo o la depresión.
«Resulta fascinante pensar que lo que acaba en nuestro váter podría tener repercusiones importantes en nuestra forma de vida y podría ayudar a mantener una buena salud durante toda la vida», afirma Knight.
FUENTE: El Huffington Post/Por Anna Almendrala. Este artículo fue publicado originalmente en la edición estadounidense de ‘The Huffington Post’ y ha sido traducido del inglés por Irene de Andrés Armenteros.