A pesar de la multitud de peticiones y recursos que se han presentado para que en las etiquetas de los productos se aclare si alguno de los componentes tiene un origen OMG, aún no existe una regulación que les obligue a las empresas a dar ese tipo de información, por lo que seguimos en la inopia de si un producto incluye organismos genéticamente modificados o no.
Más de 60 países exigen el etiquetado de OMG (organismos modificados genéticamente) o la prohibición total de los mismos, para lo cual aducen una serie de razones. Si bien hay muchas más, estas son algunas de las preocupaciones más comunes.
¿Son seguros?
Monsanto, Syngenta, DuPont o Bayer dicen que sus productos OGM cumplen con los requisitos de seguridad, pero la verdad es que no se han hecho estudios a largo plazo sobre sus efectos en el cuerpo humano. La aprobación de los protocolos requiere varios procesos orientados a demostrar la seguridad de los mismos, pero los transgénicos sólo son parte de la dieta humana desde la década de los 90, por lo que es difícil saber cuáles son realmente los impactos de toda índole que su consumo podría acarrearnos.
Riesgos para la salud
Lo que sí sabemos es que cuando sucede la modificación, los genes se ven obligados a expresar ciertos rasgos. Para ello, los científicos deben «activar» todos los componentes del gen, lo que puede significar, por ejemplo, la liberación de alergenos que normalmente no se expresan en una variedad no OMG.
Muchos expertos en todo el mundo sugieren que esto está directamente relacionado con el aumento de los problemas de salud, especialmente con las afecciones respiratorias y el aumento del índice de alergias.
Uso intensivo de pesticidas y herbicidas tóxicos
Por diseño, las semillas transgénicas requieren ciertos pesticidas y herbicidas especiales y específicos (un complemento del “negocio”). Mientras que algunos fabricantes de semillas prometieron que el empleo de este tipo de tóxicos podría disminuir con el tiempo, la realidad es que sólo ha aumentado y que en realidad pueden quedar trazas de los mismos en los alimentos.
Los pesticidas y la salud digestiva
La función principal de los herbicidas y pesticidas es matar las plantas y los insectos no deseados. El Glifosato es el herbicida más común empleado en los cultivos OMG y se ha demostrado que tiene un impacto muy negativo en las bacterias del intestino de los seres humanos.
De hecho se cree que es más que una coincidencia que el aumento del consumo de subproductos de cultivos OMG y los problemas de salud digestiva y de alergias a los alimentos se hayan disparado al mismo tiempo.
Cáncer y más
El Glifosato y los transgénicos se han relacionado con un mayor riesgo de contraer ciertos tipos de cáncer, pero hay una enorme cantidad de problemas de salud adicionales que se asocian al uso de estos productos: disfunciones reproductivas, malformaciones fetales, autismo y afecciones cardíacas, por nombrar algunas.
Impacto ambiental
Los cultivos transgénicos, y los pesticidas y herbicidas asociados, causan estragos en el medio ambiente, incluyendo la contaminación del aire, el agua y la tierra (la de cultivo y las de los alrededores).
El Glifosato vendido por Monsanto bajo la marca Roundup es un tóxico que puede destruir la calidad del suelo y por lo tanto poner en peligro el valor nutricional de la planta también. Una polinización cruzada entre cultivos OMG y no OMG también es algo común y puede destruir la biodiversidad natural.
Superbacterias y supermalezas
A pesar de las afirmaciones de que los pesticidas y los cultivos transgénicos pueden librar a los agricultores de insectos y plantas que destruyen sus cultivos, aparentemente la verdad es lo contrario de lo prometido.
En los campos se está luchando contra las superbacterias y las supermalezas que han ido creando resistencia a los pesticidas, están dañando los cultivos y las maquinarias agrícolas y les están costando a los agricultores más dinero porque deben aplicar mayores dosis de pesticidas tóxicos. El riesgo de que queden residuos en los alimentos crece de forma alarmante.
Cuestiones de patentes
En el núcleo de la industria de los OGM está la propiedad que tiene cada empresa de las patentes de las semillas que crean, lo que les permite exigir a los agricultores que las emplean, firmar contratos con condicionas casi “draconianas”.
Muchas organizaciones, entre las que destaca Monsanto, suelen demandar a los pequeños agricultores por guardar semillas, si la deriva poliniza cultivos transgénicos en sus tierras o si aparecen los llamados “voluntarios” que son semillas de crecimiento retardado que crecen en zonas donde se está cultivando otra especie.
Competencia desleal
Las empresas que se dedican a la producción de semillas genéticamente modificadas en EEUU se han convertido en las “dueñas del mercado” y lo han hecho comprando subrepticia y silenciosamente por intermedio de varias de sus subsidiarias, las empresas que podían competir con ellos.
El negocio de las semillas transgénicas está en manos de unas pocas empresas, que imponen los precios y las condiciones que más les conviene a ellos, escudándose en la manida frase de que en un futuro (lejano e incierto) le “darán de comer a los pueblos más pobres”.
Proliferación descontrolada
La proliferación tiene dos vertientes: por un lado por más que el origen de las semillas transgénicas sea un laboratorio, una vez que se encuentran expuestas a los elementos, la Naturaleza hace de las suyas y las consecuencias son imprevisibles.
La otra cara de la proliferación se remite a que hoy tenemos subproductos de semillas transgénicas en los sitios más insólitos: desde los papeles hasta los aditivos alimentarios. Los consumimos directamente sin saberlo como componentes de otros alimentos e indirectamente cada vez que comemos carnes o productos derivados de animales, cuyo pienso se fabrica con este tipo de semillas.
FUENTE: http://www.ecoticias.com/alimentos/117171/Alimentos-transgenicos-10-razones-evitarlos