- En todo el planeta,
la gente está debatiendo si se pondrá la vacuna COVID-19. ¿Es esto un debate o una guerra de trincheras? Parece que estamos más bien en la segunda situación.
PARA SALIR DE ESTA GUERRA DE TRINCHERAS SOBRE COVID HAY QUE DIFERENCIAR DOS ASPECTOS BÁSICOS: LA EFICACIA Y SEGURIDAD DE LAS VACUNAS, QUE ES UNA CUESTIÓN CIENTÍFICA, Y LA CONFIANZA EN QUIENES TOMAN LAS DECISIONES, UNA CUESTIÓN POLÍTICA
- ¿Cómo salir de esto? ¿Cómo establecer finalmente un diálogo que permita a todos salir de sus atrincheramientos y tomar una decisión informada? Me parece que para salir del estancamiento,
debemos darnos cuenta de que surgen dos cuestiones distintas pero relacionadas: la de la eficacia y seguridad de las vacunas, que es una cuestión científica, y la de la confianza en tomadores de decisiones, que es una cuestión política.
- Para la primera pregunta, solo un puñado de personas puede responder.
Un ciudadano común no tiene las habilidades técnicas para juzgar si las vacunas COVID-19 serán efectivas e inofensivas o no.
- Por lo tanto,
nuestra elección solo puede basarse en la respuesta que demos a la segunda pregunta, es decir, en nuestra confianza en quienes toman las decisiones.
- Esta pregunta es particularmente aguda porque la tecnología utilizada en estas vacunas es nueva.
Se trata de vacunas de ARN, es decir que se inyectarán en nuestro cuerpo fragmentos de código genético,
- siendo el objetivo que las proteínas virales codificadas por este ARN sean producidas por las células de nuestro cuerpo, desencadenando por lo tanto, una respuesta inmune (Ulmer et al. 2012).
Esta tecnología plantea muchas preguntas, especialmente en relación con el riesgo de que los fragmentos de ARN contenidos en las vacunas se transcriban en el ADN y se conviertan en parte de nuestro genoma (Velot 2020).
- La integración de código genético extraño en el ADN de las células huésped es un fenómeno común, como lo demuestra el hecho de que el ADN humano contiene secuencias heredadas de virus.
Los investigadores ya han descubierto ARN humano quimérico/SARS-CoV-2, lo que sugiere que los fragmentos de ARN del SARS-CoV-2 (el virus que transmite COVID-19) se han transcrito e integrado en el ADN de células humanas (Zhang et al. 2020).
- Este riesgo asociado con las vacunas de ARN no es, por tanto, algo nuevo.
- Sin embargo, una cosa es nueva.
En la naturaleza, la integración de fragmentos de códigos genéticos ajenos al genoma humano no está vinculada a la intención humana.
LA INGENIERÍA NOS HA ADENTRADO EN UNA NUEVA ERA: NO SÓLO SE PUEDE TRANSFORMAR EL ENTORNO HUMANO, SINO LA PROPIA NATURALEZA HUMANA Y SU IDENTIDAD GENÉTICA.
- Es el resultado de la casualidad o necesidades naturales, mientras que con la vacunación es posible elegir qué código inyectar y en qué población inyectarlo.
- La vacuna de ARN, y las terapias génicas en general, permiten modificar intencionadamente el código genético humano.
La ingeniería está entrando en una nueva era en la que ya no se relaciona solo con la transformación del entorno humano, sino que puede relacionarse con la naturaleza humana, con nuestra identidad genética.
Aquí es donde radica el cambio fundamental y plantea cuestiones éticas que se pasan por alto en los debates en curso sobre vacunas.
- Por supuesto, eso no significa que las vacunas COVID-19 alterarán nuestro genoma o que quienes las diseñaron tengan esa intención.
Pero casi nadie tiene la competencia técnica o la autoridad legal para verificar estos dos puntos.
- Por lo tanto,
solo nos queda la confianza, dada o no a los tomadores de decisiones, y a quienes desarrollaron estas vacunas, para guiar nuestra decisión.
- Por otro lado, el impacto en nuestro genoma es solo uno de los posibles problemas.
Se discute a menudo la facilitación de la infección por anticuerpos después de la vacunación (Lee et al. 2020), fenómeno ya observado en el caso de una vacuna contra el dengue (Normile 2017) y que puede conducir a formas más graves de la enfermedad.
- Nótese que si tal facilitación de la infección tuviera lugar, el oprobio sin duda recaería sobre los no vacunados, ya que facilitarían la circulación del virus y, por lo tanto, las reinfecciones.
Otro riesgo sería el desarrollo de patologías inmunes en caso de reinfección por el virus después de la vacunación, fenómeno observado en ratones (Tseng et al. 2012).
El riesgo de reacciones autoinmunes frente a proteínas placentarias, que podrían causar esterilidad, también se ha planteado,
- debido a la similitud entre ciertas proteínas virales y de la placenta.
La lista de posibles riesgos es sin duda más extensa y algunos médicos consideran que las garantías que brindan los estudios realizados por los fabricantes de vacunas no son suficientes.
- Finalmente, esta no es la primera controversia sobre las vacunas.
La cuestión de los vínculos entre autismo y vacunas aún no ha sido aclarada; y mientras el denunciante Thompson, quien expuso el enmascaramiento de este problema por parte de las autoridades encargadas de la salud en Estados Unidos, no sea citado por el Congreso de los EE. UU. para testificar bajo juramento, no se puede establecer la confianza en las vacunas y las empresas que las fabrican.
Otro caso sin resolver se refiere a las vacunas contra la polio, administradas en India con el apoyo de la Fundación Bill Gates, que pueden haber causado parálisis en casi 500.000 niños (Dhiman et al.2018).
Una vacuna contra el dengue desarrollada por SANOFI y el Instituto Pasteur también ha causado muertes en Filipinas, debido a la facilitación de la infección por anticuerpos, un fenómeno mencionado anteriormente.
LA PROPAGANDA PROVACUNA DE LOS MEDIOS Y LA CENSURA DE LOS «VERIFICADORES» ES IRRELEVANTE, PORQUE DE LO QUE SE TRATA PARA LA POBLACIÓN, SIN CONOCIMIENTOS DE CIENCIA, ES DE SI LA INDUSTRIA Y LOS GOBIERNOS MERECEN LA CONFIANZA QUE EXIGEN
- Cualquier argumento a favor de las vacunas COVID-19, escuchado en los medios de comunicación, órganos de decisión o redes sociales, que consistiría en invocar argumentos técnicos o científicos para convencernos de que estas vacunas son seguras, es por tanto irrelevante porque la pregunta central es la confianza, que se pierde y por buenas razones.
Sin esta confianza, estos argumentos técnicos solo pueden conducir a polémicas estériles, sobre todo porque prácticamente nadie, ni siquiera nadie, puede realmente decidir.
- Personalmente, como muchos ciudadanos, no tengo esta confianza.
Entonces no me vacunaré. ¿Por qué no tengo esta confianza? Por las razones mencionadas anteriormente, pero también porque durante 10 meses, nuestro gobierno ha mostrado total incompetencia en esta epidemia, su consejo científico es anticientífico al negar o ignorar los logros de la ciencia.
Y porque los algoritmos de las redes sociales y los «verificadores de hechos» se han convertido en instrumentos de censura y propaganda que mantienen a nuestras administraciones y nuestros medios en la negación de hechos denunciados por la ciencia.
- Para ilustrar esta negación de los hechos científicos, abordaré el tema del tratamiento precoz, que he seguido de cerca.
- Hasta la fecha,
varios tratamientos tempranos contra COVID han demostrado su eficacia.
- Primero estaba la hidroxicloroquina combinada con azitromicina y zinc; luego azitromicina sola u otros antibióticos; luego ivermectina combinada con doxiciclina; luego prevención con vitamina D o incluso zinc; y finalmente otras moléculas reveladas recientemente como fluvoxamina (Lenze et al 2020) o bromhexina (Ansarin et al 2020).
El punto común de estos enfoques es que consisten en reposicionar moléculas baratas y ya conocidas, no protegidas por patentes, y que los tratamientos deben ser provistos muy temprano, tan pronto como se declaren los primeros síntomas, para tener su máximo beneficio y eficiencia.
- Cientos de publicaciones, una lista de las cuales está disponible en este sitio,
han demostrado la efectividad de estos tratamientos, siendo la más prometedora la combinación azitromicina / hidroxicloroquina (Risch 2020) e ivermectina (Kory et al.2020), posiblemente asociado a la doxiciclina, un tratamiento del que no tenemos noticias ni de las autoridades sanitarias ni de los medios de comunicación.
SI LOS GOBIERNOS SE PREOCUPAN DE VERDAD POR LA SALUD DE SUS COMPATRIOTAS, ¿POR QUÉ CENSURAN TRATAMIENTOS BARATOS Y EFECTIVOS QUE HAN SALVADO VIDAS Y PROMUEVEN TRATAMIENTOS CAROS, PELIGROSOS E INEFICACES QUE HAN SIDO LETALES PARA CIENTOS DE MILES DE PERSONAS?
- Según estas publicaciones,
la efectividad de estos tratamientos es tal que si se usaran, no habría necesidad de confinamiento generalizado o vacunación generalizada. La gravedad de la pandemia de COVID-19 se convertiría en la de una epidemia de influenza.
- Desafortunadamente,
la censura de los algoritmos en las redes sociales y el descrédito de los medios y los «verificadores de hechos» han hecho que estos resultados sean casi inaudibles, a pesar de los intentos de «verificación de hechos» por parte de los «verificadores de hechos».
- ¿Cómo hemos llegado a esto?
- No seamos ingenuos.
El reposicionamiento de moléculas no genera grandes beneficios para la industria farmacéutica, a diferencia de nuevas moléculas como el remdesivir que ha conseguido vendernos pese a la falta de pruebas de su eficacia, y a diferencia también de las vacunas.
Esta lógica mercantil, que funcionó en la pandemia y que nos privó de tratamiento, provocando cientos de miles de muertes innecesarias, es un crimen de lesa humanidad y los responsables deben ser llevados ante la justicia.
No veo por qué la misma lógica no funcionaría igual en el caso de las vacunas.
- No veo por qué la industria farmacéutica no va a anteponer sus beneficios a los intereses de los pacientes.
- No veo cómo puedo confiar en la seguridad de sus productos, sobre todo porque las vacunas se desarrollaron muy rápidamente y sus efectos secundarios a largo plazo no han sido evaluados desde que las pruebas comenzaron hace sólo unos meses.
- Además, la industria farmacéutica está exenta de compensar a los pacientes por los efectos secundarios en los Estados Unidos, donde esto ya era la norma, y tendrá que ser compensada por los Estados miembros en Europa si surgen ciertos tipos de problemas, no especificados, en virtud de acuerdos especiales y en derogación de las normas habituales.
- Entonces, a cualquiera que intente convencerme de vacunarme contra el COVID-19, le responderé, de manera clara y sencilla:
«Si le preocupa mi salud, deme azitromicina e hidroxicloroquina, o ivermectina y doxiciclina, y vitamina D y zinc, porque sé, por publicaciones científicas y testimonios de médicos de renombre internacional que lo respaldan, que estos tratamientos funcionarán si contraigo COVID-19, por lo que no necesito vacunarme. Si no le convence lo que digo, aquí tiene el listado de las publicaciones sobre el tema: Estudios COVID-19.
Si aún no está convencido, inicie ensayos aleatorizados que prueben estos tratamientos en medicina ambulatoria. Y si desea que la gente vuelva a confiar en las vacunas, movilice comisiones de investigación independientes para evaluar sus posibles vínculos con el autismo y permita que los denunciantes testifiquen bajo juramento.
Y en el proceso, pedir la realización de una amplia investigación internacional sobre los vínculos y conflictos de interés entre la industria farmacéutica y las autoridades públicas”.
- Habría mucho que decir sobre las vacunas COVID-19 pero me quedaría ahí, porque
estos argumentos, por simples que sean, me parecen irrefutables y suficientes para justificar la negativa a vacunarme.
- Sin duda,
nuestros líderes no querrán escucharlos, porque elegir la ivermectina y la doxiciclina en lugar de las vacunas es eliminar, en la fracción de segundo en que se hace esta elección, los cientos de miles de millones de dólares en ganancias que el la industria farmacéutica y sus accionistas se preparan para recibir.
- Por supuesto,
estas personas harán todo lo posible para evitar cualquier decisión en contra de las vacunas.
- Así que
espero que muchos de nosotros compartamos esta resistencia no a las vacunas (no soy en absoluto una anti-vacunas), sino a esta vacuna en este contexto.
- Debemos hacer que nuestros líderes escuchen la razón para finalmente
poner a disposición, a escala masiva, tratamientos contra el COVID-19, que harían innecesaria o casi inútil la vacunación para el tratamiento temprano de los pacientes con COVID-19, especialmente en hogares de ancianos donde continúan muriendo no por COVID-19, sino por los errores de los tomadores de decisiones y Comités que no se han tomado el tiempo de leer la literatura científica.
AUTOR: Jacques Pollini. Investigador asociado en la Universidad McGill, Canadá, estudia el cambio social y la resiliencia en las sociedades pastoriles, principalmente los Maasai y Samburu en África Oriental. También me interesa el terremoto que está sacudiendo al mundo con la pandemia COVID-19, un terremoto que tiene un vector biológico muy real, pero cuyas ondas de choque se ven amplificadas por la política y la corrupción de nuestro sistema económico. FUENTE: agoravox.fr. 21 de diciembre de 2020.
Exelente informe mil gracias
Aun como medico me cuesta trabajo esgrimir criterios científicos estrictos que sin lugar a dudas me aclare las dudas. Sin embargo el burdo ocultamiento de los medios informativos de tratamientos efectivos alternativos y baratos, investigaciones, eso si con el apoyo de colegas «bienintencionados», el silenciamiento de voces cientificas acreditadas mundialmente aunque criticas, la ridiculización de parte de webs «autoproclamadas como jueces de la verdad cientifica» de argumentos contrarios al discurso oficial y una cadena de imprecisiones en la informacion que alientan el panico en la poblacion, mentiras en sus declaraciones, mezquindades en sus actuaciones, etc me genera desconfianza con respecto al discurso sanitario oficial, las recomendaciones politicas y en particular a esta vacuna contra el Sars-cov2 sin suficiente pruebas de seguridad y eficacia.
Muchas gracias por vuestra muy generosa contribucion.
Muchas gracias a ti, colega, por manifestar públicamente tus opiniones y tus dudas sobre el «discurso oficial» que tiene al mundo entero aterrorizado.
Para nosotros es reconfortante el apoyo y comprensión de otros médicos. Es anormal por completo que haya entre el público lego personas mejor documentadas sobre COVID que la mayoría de los médicos. Un médico que no investiga no puede ser buen médico.
Un abrazo.